Por Luis Fierro Carrión (*)
Twitter: @Luis_Fierro_Eco
El Econ. Andrés Arauz, hoy precandidato
presidencial, publicó el 20 de abril pasado un artículo titulado
“Desdolarización mala y desdolarización buena”, en su blog “Observatorio de la
Dolarización”.
En la versión original, la segunda “desdolarización” no estaba entre
comillas, y en el artículo se mencionaba que al nuevo sistema “se le podría
apodar con un nombre, el de la nueva ‘moneda’”. El 26 de noviembre, al percatarse
que el artículo había generado muchas críticas, primero bloqueó el acceso, y
luego presentó una versión modificada, en la cual la supuesta “dolarización
buena” aparecía entre comillas, y ya no aparecía la frase “nueva moneda”, sino
la frase trunca “se le podría apodar con un nombre”.
A la par que se suscitaba el debate sobre el artículo del Econ. Arauz,
el bloque correísta presentaba en la Asamblea Nacional una propuesta de ley
para crear una “Renta Básica Universal” (RBU), que se entregaría al menos a un
millón de jefes de familia, por 400 unidades de la nueva “moneda electrónica”.
Una propuesta casi idéntica aparece en la página 18 del plan de gobierno de Yaku
Pérez: “dicha renta básica se podría pagar en dinero electrónico”.
La propuesta de RBU presentada por el correísmo iniciaría con 400
unidades de moneda electrónica, pero es previsible que en pocos meses su valor
caería, por tratarse de una emisión inorgánica sin ningún respaldo ni
financiamiento. Cabe mencionar que las cuasi-monedas emitidas en Argentina
(“patacones” y otras), al final del período de convertibilidad, perdieron hasta
el 35 % de su valor; mientras que el “petro” venezolano, una moneda digital
creada por el régimen ha perdido el 85 % de su valor. Así, no es imposible que
las 400 “monedas electrónicas” lleguen a representar menos de los $50 del
actual bono de desarrollo humano.
Si el Estado usase dicha “moneda electrónica” para pagar sueldos a los
empleados públicos, a los proveedores, etc., rápidamente se impondría un
sistema bimonetario, en el cual la “moneda electrónica” perdería valor
rápidamente frente a los dólares de EE.UU.; y podría producirse una desdolarización
de facto, incautando cuentas bancarias, restringiendo el acceso a los
dólares para importadores, etc.
El artículo de Arauz continúa proponiendo elevar el “impuesto a la
salida de divisas” (ISD) al 27 %, mismo que se convertiría en un “cupo fijo”
vendido por el Banco Central (quintuplicando el ISD actual, de 5 %).
Cabe mencionar que, si bien este impuesto se denomina “a la salida de
divisas”, en la práctica se vuelve en un desincentivo para el ingreso de
divisas por inversión, dado que los inversionistas saben que, para poder
importar maquinaria, equipos, bienes intermedios e insumos, así como para poder
extraer los dividendos ganados, tendrán que pagar esta tasa (del 5 % actual, o
27 % propuesto por Arauz). A ello se
añade que este “cupo limitado” sería “concedido” por el Estado, generando en
los hechos un mercado cambiario múltiple, el mismo que ha derivado en grandes
problemas (y gran corrupción) en los países que lo han aplicado, como Venezuela
o Argentina.
Uno puede preguntarse por qué candidatos presidenciales en el Ecuador
propondrían una “desdolarización” mediante la emisión de una “moneda
electrónica”, considerando que la dolarización goza de una popularidad del
80-90 % de la población, lo cual es comprensible, dado que el dólar es una
“moneda dura” que genera certidumbre, y permite realizar inversiones y
solicitar préstamos a largo plazo.
La respuesta puede ser que la dolarización impone disciplina económica y
fiscal. Si caen las exportaciones, se
deben restringir las importaciones. Si
se reducen los ingresos fiscales se debe restringir el gasto público. La única
alternativa, en ambos casos, es el endeudamiento, mecanismo al cual han
recurrido los gobiernos de Alianza PAIS, hasta llegar a una deuda pública del
60 % del PIB.
La dolarización impide el financiamiento del sector público mediante la
emisión inorgánica, y también impide aumentar el ingreso (en moneda nacional)
para los exportadores públicos o privados mediante la devaluación.
Quienes promueven la desdolarización lo hacen con el fin último de
reducir el salario real, provocando una devaluación e inflación, supuestamente
para lograr que el Ecuador tenga más “competitividad”. Durante el gobierno de Correa se aumentó el
salario mínimo a un ritmo más acelerado que el de la productividad, con lo cual
cada hora de salario mínimo en el Ecuador cuesta el doble que el de nuestros
países vecinos, Colombia y Perú.
Pero una desdolarización, devaluación, e inflación solo crearían más
miseria, aparte de generar incertidumbre, falta de confianza, y una fuga de
capitales.
Es por ello que los sindicatos, trabajadores, jubilados y más personas
que perciben una renta fija en el mundo entero siempre han combatido por una
“moneda dura”, que no se desangre en medio de la inflación (esta fue una de las
banderas de lucha de los trabajadores inmolados el 15 de noviembre de 1922).
Arauz, Pablo Dávalos y sus aliados persisten en confundir la “salida de
divisas” con la “fuga de divisas”. Mas del 90 % de la salida de divisas
corresponde a las importaciones de bienes y servicios. Una tasa (del 5 % o el
27 %) lo único que hace es encarecer el costo de los bienes y servicios en el
Ecuador.
Arauz propone “reducir en 10% la salida bruta de divisas privadas”; y,
además, “una segunda meta plantearía repatriar $12 mil millones del sector
privado”. Es decir, quiere que el Estado
intervenga en decisiones privadas, y obligue de alguna forma a “repatriar”
activos externos de sectores privados. Es fácil asumir es que amenazas de
incautación, impuestos del 27 %, y más restricciones al sector privado NO generan
un incentivo para atraer capitales externos.
Por lo demás, tales propuestas monetarias y fiscales llevarían a que no
se produzcan nuevos desembolsos del programa del FMI, con lo cual las brechas
financieras y fiscales del próximo gobierno se ensancharían.
(*) Versión más extensa de la columna publicada el 4 de diciembre, 2020, en el Diario "El Universo" de Ecuador:
https://www.eluniverso.com/opinion/2020/12/04/nota/8070676/desdolarizacion-buena
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