Por Luis Fierro Carrión (*)
Twitter: @Luis_Fierro_Eco
Mientras escribo estas líneas, está por definirse la Presidencia de Estados Unidos, entre el presidente actual, Donald Trump, y el candidato demócrata Joe Biden [el 6 de noviembre se ha confirmado la elección de Biden].
Los resultados apuntan a una victoria estrecha del
contrincante en el Colegio Electoral (y mas significativa en el voto popular), junto
con su binomio, Kamala Harris (cuyos padres eran de Jamaica y la India; y sera la primera Vice-Presidente mujer en la historia).
Biden es una figura conocida para América Latina, dado
que fue vicepresidente entre 2009 y 2017, durante el gobierno de Barack Obama.
Además, era un emisario del gobierno de Obama hacia la región. Antes de ser vicepresidente,
presidía el Comité de Asuntos Exteriores del Senado.
¿Qué se puede esperar de un gobierno de Biden? En
términos generales, un retorno a una política exterior basada en normas,
alianzas, y estrategias de largo plazo, como ha sido tradicional en Estados
Unidos, en lugar de las tormentas de Twitter de Trump, en las cuales
vilipendiaba a los latinos y a los gobernantes de América Latina (recuérdese que,
en el lanzamiento de su campaña en 2015, Trump dijo que los mexicanos eran
violadores y criminales).
En lugar de un énfasis en construir un muro en la
frontera y restringir la inmigración y las solicitudes de asilo, podría volver
una política migratoria más humanitaria. No se repetirá el crimen que fue
arrancar a más de 3.000 niños menores de edad de los brazos de sus padres y encerrarles
en jaulas. Poco antes de las elecciones, grupos no gubernamentales dijeron que,
pese a sus mejores esfuerzos, no habían podido localizar a los padres de 545
niños, que seguían abandonados a su suerte. En el segundo y último debate,
Biden dijo que haría lo que estuviera a su alcance para enmendar este crimen.
En cuanto a temas comerciales, si bien Trump impuso
restricciones a la importación de acero de varios países, y además amenazaba
con eliminar NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), a la
postre adoptó un tratado comercial similar, aunque insistió en cambiarle de
siglas en inglés a USMCA (Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá).
Con respecto al eje bolivariano (Venezuela-Nicaragua-Cuba),
al cual se volverá a sumar Bolivia, Trump mantenía una retórica beligerante,
llegando a amenazar una intervención militar; pero, a la postre, no hizo nada,
aparte de reconocer (junto a los gobiernos del Grupo de Lima) a Juan Guaidó
como presidente interino. En conversaciones con su ex Asesor de Seguridad
Nacional, John Bolton se burlaba de la debilidad de Guaidó y decía estar
impresionado por la capacidad de Maduro de mantenerse en el poder. Pero no
concedió el Estatus de Protección Temporal (TPS) a los refugiados venezolanos
que huían de la dictadura, y propuso eliminar el TPS de los inmigrantes
centroamericanos (incluyendo los de Nicaragua). El impulso principal de Trump
era la xenofobia y no las diferencias ideológicas (ha intentado hacer negocios
en Cuba).
Biden, en contraste, argumentaba en un libro en favor
de atender los problemas de violencia y pobreza que afectaban a Centroamérica. “De todos los puntos en conflicto en el
mundo, había llegado a pensar que Centroamérica presentaba la mejor
oportunidad”. En 2015 fue clave en
convencer al Congreso que pasara un paquete de asistencia para la región por
$750 millones (que luego Trump desbarató).
Biden y su equipo de expertos “adoptarían un enfoque
más amplio del problema de la inmigración y de la región. También dicen que
abordarían la pobreza y la violencia, las causas fundamentales de la migración
y la inestabilidad, impulsando la lucha contra la corrupción e invirtiendo en
la creación de empleo y la mejora de la gobernanza”, escribió Ernesto Londoño
en el New York Times.
En lugar de ser un matón que impone sus ideas a la
región, Estados Unidos operaría en el marco del respeto mutuo y la
responsabilidad compartida, dijo Jake Sullivan, asesor de Biden. Biden propondría
un paquete de asistencia de $4 mil millones, para tratar de enfrentar las
causas de la inmigración no autorizada.
Biden también volvería a incluir a Estados Unidos en
el Acuerdo de París para enfrentar el cambio climático, y apoyaría los
esfuerzos de la región para combatirlo, incluyendo la reducción de la
deforestación en la Amazonía (lo cual le pondría en conflicto con Bolsonaro en
Brasil).
El Ecuador (dependiendo de quien sea electo en 2021)
podría aprovechar este relanzamiento de la política exterior abanderando la
lucha contra el cambio climático, contra la deforestación, y en favor de la
energía renovable. Podría también impulsar un tratado de libre comercio con el
principal socio comercial, los EE.UU.; y podría concluir la integración en la
Alianza del Pacífico.
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