Friday, November 6, 2020

Política exterior de Joe Biden

 Por Luis Fierro Carrión (*)

Twitter: @Luis_Fierro_Eco

Mientras escribo estas líneas, está por definirse la Presidencia de Estados Unidos, entre el presidente actual, Donald Trump, y el candidato demócrata Joe Biden [el 6 de noviembre se ha confirmado la elección de Biden].

Los resultados apuntan a una victoria estrecha del contrincante en el Colegio Electoral (y mas significativa en el voto popular), junto con su binomio, Kamala Harris (cuyos padres eran de Jamaica y la India; y sera la primera Vice-Presidente mujer en la historia).

Biden es una figura conocida para América Latina, dado que fue vicepresidente entre 2009 y 2017, durante el gobierno de Barack Obama. Además, era un emisario del gobierno de Obama hacia la región. Antes de ser vicepresidente, presidía el Comité de Asuntos Exteriores del Senado.

¿Qué se puede esperar de un gobierno de Biden? En términos generales, un retorno a una política exterior basada en normas, alianzas, y estrategias de largo plazo, como ha sido tradicional en Estados Unidos, en lugar de las tormentas de Twitter de Trump, en las cuales vilipendiaba a los latinos y a los gobernantes de América Latina (recuérdese que, en el lanzamiento de su campaña en 2015, Trump dijo que los mexicanos eran violadores y criminales).

En lugar de un énfasis en construir un muro en la frontera y restringir la inmigración y las solicitudes de asilo, podría volver una política migratoria más humanitaria. No se repetirá el crimen que fue arrancar a más de 3.000 niños menores de edad de los brazos de sus padres y encerrarles en jaulas. Poco antes de las elecciones, grupos no gubernamentales dijeron que, pese a sus mejores esfuerzos, no habían podido localizar a los padres de 545 niños, que seguían abandonados a su suerte. En el segundo y último debate, Biden dijo que haría lo que estuviera a su alcance para enmendar este crimen.

En cuanto a temas comerciales, si bien Trump impuso restricciones a la importación de acero de varios países, y además amenazaba con eliminar NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), a la postre adoptó un tratado comercial similar, aunque insistió en cambiarle de siglas en inglés a USMCA (Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá).

Con respecto al eje bolivariano (Venezuela-Nicaragua-Cuba), al cual se volverá a sumar Bolivia, Trump mantenía una retórica beligerante, llegando a amenazar una intervención militar; pero, a la postre, no hizo nada, aparte de reconocer (junto a los gobiernos del Grupo de Lima) a Juan Guaidó como presidente interino. En conversaciones con su ex Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton se burlaba de la debilidad de Guaidó y decía estar impresionado por la capacidad de Maduro de mantenerse en el poder. Pero no concedió el Estatus de Protección Temporal (TPS) a los refugiados venezolanos que huían de la dictadura, y propuso eliminar el TPS de los inmigrantes centroamericanos (incluyendo los de Nicaragua). El impulso principal de Trump era la xenofobia y no las diferencias ideológicas (ha intentado hacer negocios en Cuba).

Biden, en contraste, argumentaba en un libro en favor de atender los problemas de violencia y pobreza que afectaban a Centroamérica.  “De todos los puntos en conflicto en el mundo, había llegado a pensar que Centroamérica presentaba la mejor oportunidad”.  En 2015 fue clave en convencer al Congreso que pasara un paquete de asistencia para la región por $750 millones (que luego Trump desbarató).

Biden y su equipo de expertos “adoptarían un enfoque más amplio del problema de la inmigración y de la región. También dicen que abordarían la pobreza y la violencia, las causas fundamentales de la migración y la inestabilidad, impulsando la lucha contra la corrupción e invirtiendo en la creación de empleo y la mejora de la gobernanza”, escribió Ernesto Londoño en el New York Times.

En lugar de ser un matón que impone sus ideas a la región, Estados Unidos operaría en el marco del respeto mutuo y la responsabilidad compartida, dijo Jake Sullivan, asesor de Biden. Biden propondría un paquete de asistencia de $4 mil millones, para tratar de enfrentar las causas de la inmigración no autorizada.

Biden también volvería a incluir a Estados Unidos en el Acuerdo de París para enfrentar el cambio climático, y apoyaría los esfuerzos de la región para combatirlo, incluyendo la reducción de la deforestación en la Amazonía (lo cual le pondría en conflicto con Bolsonaro en Brasil).

El Ecuador (dependiendo de quien sea electo en 2021) podría aprovechar este relanzamiento de la política exterior abanderando la lucha contra el cambio climático, contra la deforestación, y en favor de la energía renovable. Podría también impulsar un tratado de libre comercio con el principal socio comercial, los EE.UU.; y podría concluir la integración en la Alianza del Pacífico.

Un retroceso para América Latina bajo Trump fue que se nombrase a un ciudadano de EE.UU. como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, que por un “pacto de caballeros” había estado reservado previamente para un ciudadano de la región. El gobierno de Moreno se sumó a la propuesta, logrando que se mencione al ex-ministro de Finanzas de Ecuador, Richard Martínez, como un potencial vicepresidente. Este nombramiento está congelado, mientras se determina si viola las normas del BID (parece violar la Constitución del Ecuador). Pero habrá que ver si Biden no remueve a Claver-Carone del cargo.

Paul Krugman indica que una Presidencia de Biden probablemente devuelva a los EE.UU. a su rol de promotor del multilateralismo, al regresar a integrar organismos como la Unesco y la Organización Mundial de la Salud. En un plazo más inmediato, habrá que ver si Biden se suma a los acuerdos internacionales para la distribución de una vacuna efectiva para el Covid-19 (algo que Trump se ha negado a hacer, por dar prioridad a “EE.UU. Primero”).

(*) una versión resumida de este articulo fue publicado en el Diario "El Universo" el 6 de noviembre de 2020.








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