Friday, February 5, 2021

Desinfodemia

Por Luis Fierro Carrión (*)

Twitter: @Luis_Fierro_Eco

Los aparatos de propaganda e inteligencia del gobierno ruso han venido interfiriendo en procesos electorales a partir del referendo sobre la independencia de Escocia en 2014.  Fue notable su intervención en la campaña por el “Brexit” (la salida del Reino Unido de la Unión Europea), y en las campañas de 2016 y 2020 en Estados Unidos (en favor de Donald Trump).

La intromisión del gobierno ruso en las elecciones de 2016, para atacar a Hillary Clinton y favorecer a Trump, incluso fue investigada por el fiscal especial Robert Mueller.

En términos generales, el informe de Mueller encontró que Rusia envió desinformación, o información manipulada, a las cuentas de redes sociales, incluyendo a Twitter y Facebook. Adicionalmente, los sistemas electorales de los 50 estados fueron atacados por agentes rusos, buscando vulnerabilidades. No hay evidencia de que se cambiaran los votos, pero sí que los agentes rusos (vinculados al aparato de seguridad del Kremlin) pudieron haber cambiado la información de la inscripción de votantes, incluyendo la asignación de recintos electorales.

A raíz del “éxito” de las campañas de desinformación con el Brexit y la elección de Trump en 2016 (y algunos intentos fallidos, como en Escocia y Cataluña), varios otros países han desarrollado sus capacidades para esta guerra de desinformación. Entre ellos, por ejemplo, se denunció que tanto Rusia como Irán (o, posiblemente, agentes de otros países haciéndose pasar por iraníes) volvieron a intervenir en las elecciones de 2020 en Estados Unidos, y otras naciones como China y Corea del Norte también desarrollaron esa capacidad.

Otra variante es el “hackeo” de cuentas de correo electrónico de líderes políticos, lo cual probablemente ha ocurrido por décadas, pero en 2016 fueron utilizadas como armas para atacar a determinados candidatos. Así, por ejemplo, la inteligencia rusa pudo entrar a las cuentas del director de la campaña de Hillary Clinton, John Podesta, así como del Comité Nacional Demócrata, pero en lugar de mantener la información oculta para potenciales extorsiones, la divulgó (a través de WikiLeaks y otros medios digitales) para tratar de generar divisiones internas en el Partido Demócrata, y así tratar de reducir la votación por Clinton en las elecciones generales. Hillary Clinton terminó obteniendo casi 3 millones de votos más que Trump, pero, por la estructura del “Colegio Electoral”, Trump pudo ganar con una diferencia de 71.000 votos en tres estados.

Con la pandemia, la desinformación también se ha desatado, generando múltiples teorías de conspiración sin fundamento. En algunas de ellas, se ataca a multimillonarios que han apoyado la consolidación de la democracia, la salud pública, y la educación, tales como George Soros y Bill Gates. Mientras que Gates, por ejemplo, ha venido promoviendo la vacunación contra diversas epidemias y el fortalecimiento de los sistemas de salud pública; se tejieron teorías conspirativas absurdas como que el fundador de Microsoft habría “creado” el coronavirus y buscaría “enriquecerse” con las vacunas (cuando las actividades de la Fundación Gates son filantrópicas).

En Estados Unidos, además, se ha propagado la teoría conspirativa QAnon, según la cual las élites del Partido Demócrata, millonarios, actores, etc., formarían parte de un grupo satánico dedicado a la pedofilia y al asesinato de niños. Esta última teoría surgió después de que el candidato Trump fuera acusado de haber violado a dos menores de edad, en compañía de Jeffrey Epstein (el pedófilo convicto quien apareció muerto en una cárcel de Nueva York).

Seguidores de esta secta, y otros grupos de supremacía blanca y neo-Nazis, invadieron el Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero, causando la muerte de 5 personas (y amenazando de muerte a legisladores Demócratas), motivados por la desinformación generada por Trump y sus seguidores, en torno a falsas acusaciones de fraude electoral (acusaciones que fueron desvirtuadas en más de 60 casos judiciales, incluyendo uno ante la Corte Suprema). El jefe de la seguridad informática de las elecciones (del gobierno de Trump) y el propio Fiscal General de Trump, Bill Barr, desmintieron que hubiese habido fraude electoral; pero, no obstante, un alto porcentaje de los Republicanos y seguidores de Trump siguen pensando que si ocurrió.

En esto tienen una responsabilidad las redes sociales.  Un estudio de MIT encontró que la información falsa se distribuye de manera más extendida, más rápida, y más profunda, que la información verdadera, en todas las categorías de información, en muchos casos por un orden de magnitud.

Por ello, fue un poco extemporáneo que Facebook, Twitter y otras redes sociales cerraran las cuentas de Trump, de seguidores de QAnon y otras fuentes de desinformación (sobre la pandemia y las vacunas, por ejemplo), ya cuando el daño había sido hecho.

(*) una versión resumida de este artículo fue publicada en el Diario "El Universo" el 5 de febrero, 2021

https://www.eluniverso.com/opinion/2021/02/05/nota/9613188/desinfodemia



Partidarios de Trump invaden el Congreso de Estados Unidos ((AP Photo/Manuel Balce Ceneta)

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